lunes, 17 de septiembre de 2012

Cohetes "Made in" Canarias



¿Se autoriza el lanzamiento? Se autoriza. Lanzamos en 3,2,1… ¡ ignición ¡. Un chorro de humo indica que el motor funciona correctamente y el empuje de la combustión química eleva al cohete alejándolo del suelo a gran velocidad. No nos encontramos en Cabo Cañaveral y por supuesto no le hablamos del despegue de ninguna nave espacial. 
En unos baldíos terrenos del municipio de Arico, cada cierto tiempo unos entusiastas del espacio y el modelismo se citan para poner en práctica su curiosa afición: el astromodelismo. Este hobby, mezcla de ingeniería aeroespacial y artesanía, consiste en fabricar cohetes a escala y lanzarlos. Esta sería la versión más simplificada de esta afición,  sin embargo, el astromodelismo como su hermana mayor, la astronáutica, se puede complicar hasta casi darse la mano. Esos cohetes a escala se dotan de altímetros, paracaídas, sistemas de recuperación vía radio o cámaras, unas adaptaciones que, junto con la altura que alcanzan, hacen de estos ingenios máquinas que rozan los vehículos profesionales.
Antes del lanzamiento todo está bajo control. Se mide la velocidad y dirección del viento. Sitúan el cohete en una plataforma de lanzamiento, ligeramente inclinado en contra de la dirección del viento y se conecta su motor de combustión a los cables del disparador. En ese momento todos los asistentes están ya tras la línea de seguridad situada a unos 50 metros de la rampa de lanzamiento. Después de esta operación el lanzador, siempre con la llave de disparo al cuello, se aleja del cohete hasta llegar a una consola eléctrica encargada de mandar una corriente al cohete e iniciar la combustión. Vuelta de llave, cuenta atrás y pulsa el botón de ignición que, como no puede ser de otra manera, es de color rojo.
Al instante, dejando atrás una estela de humo blanco, el cohete se eleva rápidamente hasta hacerse casi imperceptible en el cielo azul del sur de la isla. Unos segundos más tarde y después de alcanzar cientos de metros de altura, vemos el cohete de regreso a la Tierra, descendiendo suavemente gracias a un paracaídas abierto automáticamente. En ese instante comienza otra aventura que fascina a los más pequeños, el rescate del cohete. Normalmente suele caer cerca del lugar de lanzamiento, pero dependiendo de la velocidad del viento en altura el artefacto puede aterrizar muy lejos. Por eso, se les dota de avisadores acústicos o balizas de radio que facilitan la recuperación, en ocasiones a varios kilómetros de distancia.
Para Francisco García, uno de estos aficionados, la seguridad es vital en estos lanzamientos. “Parecen pequeños cohetes pero pueden alcanzar los 400 kilómetros por hora, por eso es muy importante mantener una distancia de seguridad, no lanzar cerca de aeropuertos, casas, o materiales inflamables. Y evidentemente no usan una mecha, se disparan eléctricamente”. Existe cierta legislación para el lanzamiento y construcción de estos artefactos aéreos. “La condición más importante que deben cumplir estos cohetes es que no pueden tener servos, es decir, que no se puede dirigir el cohete una vez que despega, no podemos cambiar su rumbo, de lo contrario sería un misil, y eso está prohibido”.
Aunque en otras regiones del mundo esta afición está implantada desde hace muchos años, en Canarias desembarcó hace poco tiempo de  la mano de algunos entusiastas del espacio que querían desarrollar sus proyectos, hacer realidad muchos croquis y compartir sus intereses con otras personas. Ricardo Frigero, José Díaz y Francisco García son las tres únicas personas de las islas que cuentan con licencia de Club Spain Rocketry.  Se encontraron por casualidad hace unos años en foros de astromodelismo y desde entonces comparten su afición construyendo y lanzando sus cohetes.
Aunque en un lanzamiento vemos cohetes, motores químicos con el mismo combustible que utilizaban los transbordadores, o consolas eléctricas de lanzamiento, no estamos ante una afición cara. “Podemos encontrar cohetes en kits por 30 €, a partir de ahí, como todo, se puede encarecer lo que quieras”. Cohetes pequeños orientados a los niños, grandes que alcanzan varios kilómetros de altura o completamente artesanos, “esta afición la puede practicar todo el mundo”.
Si se encuentra en los alrededores de Arico y ven una columna de humo surcar el cielo o aterriza en su casa un manso paracaídas con un cohete ya sabe que esta siendo testigo de la aventura espacial de unos aficionados a la ingeniería aeroespacial que llevan sus creaciones al cielo de Tenerife.

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