¿Se autoriza el lanzamiento? Se
autoriza. Lanzamos en 3,2,1… ¡ ignición ¡. Un chorro de humo indica que el
motor funciona correctamente y el empuje de la combustión química eleva al
cohete alejándolo del suelo a gran velocidad. No nos encontramos en Cabo
Cañaveral y por supuesto no le hablamos del despegue de ninguna nave
espacial.
En unos baldíos terrenos del
municipio de Arico, cada cierto tiempo unos entusiastas del espacio y el
modelismo se citan para poner en práctica su curiosa afición: el
astromodelismo. Este hobby, mezcla de ingeniería aeroespacial y artesanía,
consiste en fabricar cohetes a escala y lanzarlos. Esta sería la versión más
simplificada de esta afición, sin
embargo, el astromodelismo como su hermana mayor, la astronáutica, se puede
complicar hasta casi darse la mano. Esos cohetes a escala se dotan de
altímetros, paracaídas, sistemas de recuperación vía radio o cámaras, unas
adaptaciones que, junto con la altura que alcanzan, hacen de estos ingenios
máquinas que rozan los vehículos profesionales.
Antes del lanzamiento todo está
bajo control. Se mide la velocidad y dirección del viento. Sitúan el cohete en
una plataforma de lanzamiento, ligeramente inclinado en contra de la dirección
del viento y se conecta su motor de combustión a los cables del disparador. En
ese momento todos los asistentes están ya tras la línea de seguridad situada a
unos 50 metros de la rampa de lanzamiento. Después de esta operación el
lanzador, siempre con la llave de disparo al cuello, se aleja del cohete hasta
llegar a una consola eléctrica encargada de mandar una corriente al cohete e
iniciar la combustión. Vuelta de llave, cuenta atrás y pulsa el botón de
ignición que, como no puede ser de otra manera, es de color rojo.
Al instante, dejando atrás una
estela de humo blanco, el cohete se eleva rápidamente hasta hacerse casi
imperceptible en el cielo azul del sur de la isla. Unos segundos más tarde y
después de alcanzar cientos de metros de altura, vemos el cohete de regreso a
la Tierra, descendiendo suavemente gracias a un paracaídas abierto
automáticamente. En ese instante comienza otra aventura que fascina a los más
pequeños, el rescate del cohete. Normalmente suele caer cerca del lugar de
lanzamiento, pero dependiendo de la velocidad del viento en altura el artefacto
puede aterrizar muy lejos. Por eso, se les dota de avisadores acústicos o
balizas de radio que facilitan la recuperación, en ocasiones a varios
kilómetros de distancia.
Para Francisco García, uno de
estos aficionados, la seguridad es vital en estos lanzamientos. “Parecen
pequeños cohetes pero pueden alcanzar los 400 kilómetros por hora, por eso es
muy importante mantener una distancia de seguridad, no lanzar cerca de
aeropuertos, casas, o materiales inflamables. Y evidentemente no usan una
mecha, se disparan eléctricamente”. Existe cierta legislación para el
lanzamiento y construcción de estos artefactos aéreos. “La condición más
importante que deben cumplir estos cohetes es que no pueden tener servos, es
decir, que no se puede dirigir el cohete una vez que despega, no podemos
cambiar su rumbo, de lo contrario sería un misil, y eso está prohibido”.
Aunque en otras regiones del
mundo esta afición está implantada desde hace muchos años, en Canarias
desembarcó hace poco tiempo de la
mano de algunos entusiastas del espacio que querían desarrollar sus proyectos,
hacer realidad muchos croquis y compartir sus intereses con otras personas.
Ricardo Frigero, José Díaz y Francisco García son las tres únicas personas de
las islas que cuentan con licencia de Club Spain Rocketry. Se encontraron por
casualidad hace unos años en foros de astromodelismo y desde entonces comparten
su afición construyendo y lanzando sus cohetes.
Aunque en un lanzamiento vemos
cohetes, motores químicos con el mismo combustible que utilizaban los
transbordadores, o consolas eléctricas de lanzamiento, no estamos ante una
afición cara. “Podemos encontrar cohetes en kits por 30 €, a partir de ahí,
como todo, se puede encarecer lo que quieras”. Cohetes pequeños orientados a
los niños, grandes que alcanzan varios kilómetros de altura o completamente
artesanos, “esta afición la puede practicar todo el mundo”.
Si se encuentra en los
alrededores de Arico y ven una columna de humo surcar el cielo o aterriza en su
casa un manso paracaídas con un cohete ya sabe que esta siendo testigo de la
aventura espacial de unos aficionados a la ingeniería aeroespacial que llevan
sus creaciones al cielo de Tenerife.
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